viernes, 19 de marzo de 2010

Mi delirio y mi condena - Cap. VII

Los ojos ciegos bien abiertos


Salía de la cancha el domingo pasado, aturdido aún por el resultado, por Yacob, por el promedio y por la puta madre que lo parió cuando caminando con la mirada perdida por las calles de Avellaneda rumbo al auto, escucho un grito entre los demás, distinto, ya que todos los otros gritos eran insultos. 


- Pájaro! Pájaro!


Alce la vista, tratando de identificar al que gritaba y ahí lo vi...era el loco Beltran. 
Realmente pensé que estaba muerto, hacía muchos años que no lo veía, desde que iba con mi viejo a ver a Racing. Eran amigotes de la juventud, cuando ser de la barra no significaba vivir fuera de la ley. Beltran en esos tiempos usaba unos culos de botella grandes como antiparras, no veía un carajo el partido, se lo relataban, pero no faltaba nunca, aun se estuviera muriendo él, su madre o su perro. 


Me contaba mi viejo que cuando Racing salio campeón del mundo, allá lejos y hace tiempo, toda la barra se junto a esperar al micro que traía a los jugadores en Avellaneda para el festejo. Todos menos Beltran, nadie sabía nada de él, se corrían rumores de algún accidente de último momento, se pensaba que estaba hospitalizado o en su defecto preso o muerto, ya que era inaudito que no estuviera en tamaña ocasión.


La cosa es que llegó el micro entre un mar de gente, los muchachos empujaron buscando una buena ubicación cuando uno de ellos grito:
- Ahí esta el Loco Beltran!!!! 
Todos se dieron vuelta buscándolo entre la multitud, pero nadie lo veia, hasta que el que primero lo descubrio volvio a gritar:
- Allá arriba pelotudos!!!
Todos alzaron la vista hacia los techos de las casas bajas que rodean al Cilindro, pero no se lo veía, hasta que uno tambien lo vió y grito desde el alma:
- Beltran hijo de puta!!!!


Y ahí venia el Loco, envuelto en una bandera, acostado en el techo del micro, con sus lentes de ciego y desafiando a los canas que lo querían bajar a bastonazos, a la velocidad, a la ley de gravedad y a todos los santos juntos.


Ahora está sin anteojos, producto de una operación que le llegó tarde, ya grande, 40 años después, arrastrando sus huesos apoyado supongo en el hijo, o el nieto. Me conocía de un favor que mi viejo me pidió le haga hace siglos en relación con un quilombo que tenía con el fisco y unos prestamistas de dudosa reputación.

Me lo quede esperando y cuando lo tuve cerca le dije:
- Que haces loco, la puta que tenes que tener ganas de seguir viniendo a ver a estos fantasmas!
Me giño un ojo, y agarrandome del brazo me dijo bajito:
- De algo hay que morir Pájaro...


J.



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