Muchas veces pienso que es muy difícil encontrar a alguien más fanático que yo.
Con Martín nunca tuve esa duda, era de las personas más enfermas que conocí.
Su casa era el centro de reunión pre y post partidos, desde allí partíamos a cualquier cancha en su auto negro lleno de leyendas.
Su recinto era una sucursal del cilindro, con un buen gusto envidiable.
Cada detalle, desde el menor al mayor era celeste y blanco. Pasábamos las tardes en su patio sentados en plateas del cilindro que vaya a saber como llegaron a esa casa de caballito.
A Martín no se le preguntaba nunca aquello de: Vas el domingo?
No importaba hora, distancia, ni día. Donde jugara Racing, allí Martín iba a estar.
Una noche del 2001, en el peor momento del país y en pleno paso a paso me miró con angustia y me dijo:
- Racing tiene que salir campeón esta vez, en Enero me voy a vivir a Usa y quizás no vuelva nunca más.
Continuará
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