miércoles, 20 de abril de 2011

Mi primer clásico.

¡Hola amigo/a académico/a! Me llamo Martina y soy colaboradora de este sitio desde sus comienzos. Yo también soy pichón de escritora, y te quiero contar cómo fue mi primer clásico vivido dentro del Estadio Único.  Resulta muy difícil para una quinceañera y su hermano menor gestionar el permiso de su madre (quien, vale aclarar, no comparte nuestra misma enfermedad) para asistir a semejante evento, con los riesgos que esto implica. Luego de actuar como ángeles caídos del cielo por una semana, de explicar una y otra vez que los recaudos serían máximos, conseguimos el bendito SÍ.
 Fue una semana de nervios previos, de aguantar amargos que boqueaban, y de querer que el sábado llegue ya. “Los grandes” me habían advertido:
“Ganar, es lo más cercano a la felicidad…Perder, la tristeza más infinita.”  Eso de ‘tristeza infinita’ ya lo había sufrido en carne propia, allá por el año 2008. Y lo de la felicidad…eso todavía no lo conocía, puesto que la última vez que le habíamos visto la cara a esa felicidad yo tenía tan sólo diez añitos.
 Finalmente el sábado llegó. Demasiados eran los  nervios como para dormir, como para almorzar…o como para pensar en otra cosa que no fuera el partido. La ansiedad me ganó, y salimos rumbo al Cilindro media hora antes de lo previsto.
 Humo, papelitos, rollos, banderas, bombos, mucha mucha gente y el infaltable ‘
esta tarde cueste lo que cueste’, formaron parte de la mejor salida del equipo que vi desde que voy a la cancha. Me recuerdo envuelta en una nube de humo celeste y blanco, saltando y cantando arriba de la platea, dejando de lado mi costado de dama para dejarme poseer por un espiritu camionero. Nos recuerdo también a mi papá y a mí abrazados, gritando uno de los goles tirados en el suelo, a mi hermano abrazándose con desconocidos…Recuerdo el pitazo final y la locura posterior, las cargadas, las bocinas… ‘Ví tus ojos con el fuego enfrente’, podría cantar mi banda favorita.
 Hoy quisiera que eso se repita una y otra vez, quiero volver a bailar arriba de la butaca, quiero volver a sentir que no me importa si el mundo se está viniendo abajo fuera de ese estadio. Porque, citando otra vez a Los Piojos, pude cantar a los gritos: ¡ESTO DEBE SER ESTAR FELIZ!


Martina Barraza.

1 comentario:

  1. Muy lindo. Los felicito, a tí y a tu papá por obvias razones.
    Debe estar muy orgulloso de su niña y tu le das motivos para estarlo.
    Más allá de que en fut soy medio ignorante, tu descripción llena de pasión y felicidad por su pasión que es Racing las hace contagiosas.
    Hermosos momentos los que vivieron.
    Hermosa tu manera de narrarlo :)
    Un beso.

    ResponderEliminar