Mi delirio y mi condena

Enero en Buenos Aires

Me había levantado tarde, producto de acostarme casi de día. Arrastrando los huesos por Alem, trataba de apurar el paso, con la voz de Mollo a pleno en el Iphone sugiriéndome "yo te pido un favor, topo no te despiertes mas..."
Volvía de un viaje a Natal con Paloma, un trip que se gestó entre copas y besos la noche de Navidad en un boliche de Devoto al que ni me acuerdo como llegué (menos recuerdo como me fuí).

El estudio en esta época está casi vacío, con la feria todo el mundo mueve de la ciudad, solo quedan los pinches que recién empiezan y tipean demandas para poder arrancar Febrero con ese trabajo de presos ya avanzado. Con lo cual de los casi 80 (somos muchos) deberían estar apenas un puñado de escribas.
Cruce Lavalle y doble para los Docks, con el sol ya sobre el río, intentado adivinar el correo que seguramente me estaría esperando con los casos que me asignaron para el comienzo de este 2010 y los pendientes del año anterior.

Hacer penal tiene sus yeites, vos sabés que cada caso es la gloria o Devoto, literalmente, y te sentís jugando en primera, ves a los de civil, previsional o laboral como picapiedras de un mediocampo donde la diez del Uruguayo de Artigas la tenés vos en la espalda.
Al entrar al edificio me encontré con Angel, quien coordina la seguridad y conoce vida y obra del lugar. A sus 73 aún conserva la vitalidad de un pibe de 20 y tiene los reflejos intactos, casi como cuando de muy chiquito su viejo lo empezó a llevar a ver a la Máquina de Pedernera y CIA.

- ¿Que haces Pájaro, como andas? ¿Todo lindo?
- Todo en orden Angelito.
- ¡Que quemado estás guacho! Vos sí que sos un bacán... 
- En el barrio estoy quemado Angel...
- ¡Se reforzaron bien este año eh, armó un lindo cuadrito la Academia! - me palmeaba la espalda mientras yo apoyaba la credencial en el lector de los molinetes.
- Estamos bien Angel, estamos bien - le contesté guiñándole un ojo y con una sonrisa en la boca de cara a los ascensores.

J.